Miguel Luis Piedra Buena, una de las glorias más notables de la marina nacional
Así reza en el libro de bautismos de la iglesia parroquial, se leen los detalles que resultan una buena introducción al personaje:
por REDACCIÓN CHUBUT 16/08/2025 - 20.42.hs
«En el día veintisiete de agosto de mil ochocientos treinta y tres, Yo el infrascripto cura párroco de Patagones, bauticé solemnemente y puse los santos óleos a un niño, que nació según dijeron sus padrinos, el 24 que rige y le puse Miguel Luís, hijo legítimo y de legítimo matrimonio de don Miguel Piedra Buena, natural de Santa Fe, y de su mujer Vicenta Rodríguez , natural de este establecimiento. Padrinos don Manuel Machado y doña María Crespo, a quién advertí de sus obligaciones: que doy fe» (Manuel de la Hoz).
La comarca, Patagones-Viedma, se llamaba Fuerte del Carmen, establecida por don Francisco de Viedma en 1779 en la margen sur del río Negro, que fue trasladada poco después a la orilla norte, dando origen al pueblo. En ese ambiente costero se formó Miguel, se educó, entre barcos, velas, marinos, cabos e idiomas de los marinos extranjeros que recalaban en Patagones. Cuando llegaba algún gran buque, ese joven era el primero en llegar a la playa y presenciar con enorme interés las maniobras y movimientos, que repetía más tarde en las pequeñas embarcaciones que aparejaba con trapos y jarcias.
Con un tronco que ahuecó, y un rastrillo como palo, una jerga para vela y una pequeña pala de horno como timón, se largó río abajo llevado por la corriente, y un capitán Lemmon, lo vio desde su nave y se sorprendió de que el chico lo desafiara a una regata, y este lo sacó de su «embarcación», se lo llevó a sus padres, pero admitió el deseo del muchacho y lo dejó seguir con el como grumete.
Lemmon resultó ser un déspota que maltrataba a su gente y terminó haciéndolo quedar en tierra al llegar a Buenos Aires. Allí conoció al capitán James Harris que lo recogió y lo llevó de vuelta a su hogar. William Smyley, marino norteamericano influyó mucho en el futuro del joven Piedra Buena, al incorporarlo al entusiasta muchacho como grumete en su nave J.L.
Davinson, dándole pronto más responsabilidades de las que normalmente le correspondían.
Navegaron por todo el A tlántico Sur, desde las Malvinas hasta el Cabo de Hornos, dedicados a la caza de ballenas, el gran negocio de aquellos tiempos. Fue ascendiendo posiciones hasta ser el primer oficial. Un hecho trágico lo marcó para toda la vida, cuando en un naufragio ocurrido en el islote Año Nuevo de la Isla de los Estados vieron restos de un nave y Piedra Buena insistió en que se debía buscar a las víctimas. Piedra Buena siguió navegando con su protector, incluso en el Pacífico. Se relacionó con varios caciques patagónicos y tomó conciencia de que se andaba por zonas en disputa.
En 1843 el gobierno chileno se estableció en Fuerte Bulnes, sobre el estrecho de Magallanes y el joven argentino comprendió que había que hacer todo lo posible para que la bandera argentina no desapareciera de las tierras australes. Mientras continuaba con la caza de ballenas y lobos marinos, comenzó a repartir banderas de color azul y blanco de un material durable, en parte para que los aborígenes la adoptaran como suya y en parte como testimonio para los muchos marinos que navegaban por allí.
En 1854 Smyley, el hombre que lo guió y enseño las artes de la caza, navegó a EE.UU., y lo llevó a Piedra Buena, a quien lo anotó en la escuela de marina, allí el curioso Miguel aprovechaba para aprender el manejo y la fabricación de todos los artefactos marinos.
A su retorno al sur, comenzó a recorrer las costas continentales con la goleta Manuelita, propiedad de Smyley, los naufragios se cruzaban en su ruta, así salvó a las tripulaciones de la nave italiana Antonieta, a un tripulante belga de la Leopold. En la isla Jason encontró los restos de la Ellen Miller, en el golfo San Matías auxilió a la norteamericana Dolphin rescatando a sus 42 tripulantes y los llevó a Patagones, la única población en toda la Patagonia.
Con 23 años, se estableció en una isla cercana a la desembocadura del río Santa Cruz, la conocida hoy isla Pavón, edificó una pequeña casa, ubicó un mástil e izó la primera bandera nacional en ese rincón austral, época de conflictos territoriales con Chile que pretendía la soberanía sobre todo el Sur. Los nómades tehuelches vivían en la región del estrecho de Magallanes hasta el río Negro y se presentaban con frecuencia con Piedra Buena, quien le entregaba banderas intentando sostener la soberanía argentina. Costeando en sus navegaciones la Isla de los Estados, pudo salvar a la tripulación del bergantín alemán Talher, eludiendo a barcos que raqueaban (saqueaban) los restos de barcos abandonados.
Piedra Buena, durante sus cacerías de lobos y ballenas, construyó en Puerto Cook (Isla de los Estados) construyó una pequeña casa, con el humanitario fin de que pudiera servir de albergue a los desgraciados que arribasen a ella en demanda de socorro. Fueron muchos los náufragos que allí se cobijaron bajo la bandera argentina que flameaba en por primera vez en la región fueguina. Buscando un puerto seguro entre las islas australes Wollastron y Hermite, en el Cabo de Hornos, el verdadero fin del mundo colocó una plancha de cobre con los colores argentinos y la leyenda: «Aquí termina el dominio de la República Argentina. En la Isla de los Estados (Puerto Cook) se socorre a los náufragos, Nancy, 1863. Cap. L. Piedra Buena.
Sin dejar su base en la isla Pavón, decidió establecerse en Punta Arenas para instalar un comercio, manteniendo su actividad lobera y le compró finalmente a la Nancy, embarcación prestada por Smyley. Con un pintoresco personaje tehuelche, el cacique Casimiro Biguá, Piedra Buena tenía muy buenas relaciones, y lo llevó a Buenos Aires para una entrevista con el presidente Mitre, y en ese encuentro Miguel Luís Piedra Buena recibió el primer titulo oficial «capitán sin opción sueldo», y a Casimiro le otorgó el título oficial de teniente coronel con la promesa de este de enarbolar la bandera argentina en San Gregorio en el estrecho de Magallanes.
Reunidos en la isla Pavón, Casimiro y su tribu, escucharon de Piedra Buena el discurso en el que se subrayaba que eran argentinos y no chilenos, por lo que recibirán raciones del gobierno.
Al velero Nancy, le cambió el nombre por Espora. En Punta Arenas compró el Carlitos con el que navegó a Malvinas a rescatar un cargamento de cobre y cereales del navío Coquimbana. Y no fue un buen negocio como esperaba y allí empezó a declinar su actividad comercial.
Con el cambio de gobierno, de Sarmiento por Mitre, el apoyo oficial prometido no llegó para establecerse en San Gregorio, fracasando esta iniciativa.
El capitán Piedra Buena se dedicó más a la isla Pavón, después de recorridas por las costas de Tierra del Fuego y hasta la Antártida, decidió hacer un reconocimiento del río Santa Cruz, enviando a un grupo de sus hombres en busca de las fuentes, fracasando el intento. En un nuevo viaje a Buenos Aires, su vida cambió y se caso el 2 de agosto de 1868 con Julia Dufour, una porteña de treinta años que lo acompaño luego con todo el coraje en cuanta aventura emprendió.
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