Abel Pintos cerró su gira ‘Cordillera y Mar’ con un show inolvidable en Madryn
El domingo por la noche, el Gimnasio Municipal N°1 de Puerto Madryn se convirtió en un templo de la música donde más de dos mil almas se unieron en una sola voz para cerrar la gira "Cordillera y Mar" de Abel Pintos. A las 21 puntual, cuando las luces se apagaron y la primera nota de Sueño dorado flotó en el aire, el tiempo pareció detenerse.
por REDACCIÓN CHUBUT 23/06/2025 - 21.09.hs
Desde el primer acorde, Abel se entregó con la profesionalidad que lo distingue. Con la voz intacta y ese carisma que no necesita sobreactuar, fue tejiendo un repertorio donde la nostalgia, la esperanza y el amor fueron encontrando su lugar. Con Bailando con tu sombra, el ambiente se volvió íntimo, casi confesional, hasta que La llave abrió, literalmente, el corazón de todos los presentes. Fue uno de los momentos más intensos del recital: un coro espontáneo surgió de la multitud, multiplicando la fuerza de la canción hasta llenar cada rincón del gimnasio.
Después llegó Un pacto, que cambió la energía del lugar como quien enciende una chispa en un campo seco. La gente, de pie, palmas al ritmo, ya eran parte del espectáculo.
Tiempo fue el puente perfecto entre la emoción y el presente, y Abel, como si leyera lo que cada uno necesitaba escuchar, interrumpió el show para hablarle directamente al público: “Gracias por haber venido a escucharnos. A escuchar nuestra música. En tiempos donde no nos escuchamos mucho entre nosotros, gracias por venir a tomarse el tiempo de escucharnos”.
La ovación fue instantánea. Y lo fue aún más cuando aclaró que el setlist de esa noche no era igual al de la función anterior. “Para los que vienen a los dos shows”, dijo, con una sonrisa cómplice.
A veces marcó el inicio de una nueva etapa del show, más introspectiva, más poética. Y entonces ocurrió uno de los momentos más conmovedores de la noche: Abel invitó al escenario al Coro Manos del Alma de Puerto Madryn, un ensamble de lengua de señas que lleva más de una década emocionando en la ciudad. Juntos interpretaron Creo en ti, y no hubo silencio, ni sonido, ni mirada que no se viera atravesada por ese gesto de sensibilidad y respeto. La música también se escucha con el alma.
Siguieron joyas Como te extraño —con Abel solo en guitarra, en uno de los pasajes más íntimos del recital— y Aquí te espero, que retumbó en las paredes con fuerza contenida. “Siempre aquí te voy a esperar”, cantó mirando al público, y la frase quedó resonando como una promesa que trasciende el escenario.
El concierto avanzó por momentos de profundidad y otros de fiesta. Ya estuve aquí, Once mil, El mar y Ahora marcaron el tramo más virtuoso del espectáculo, con una interpretación vocal que le valió al artista una ovación de dos minutos. El público, de pie, no dejó de aplaudir. En Espejo y Tu voz, su entrega fue total. En Te extraño, la melancolía volvió a tocar la puerta.
Pero todo cambió con Pájaro cantor. Como si alguien hubiese apretado un interruptor invisible, la gente empezó a pararse, a bailar. Comenzó el tramo más festivo: El Albatraz, Revolución, Motivos, Un rayo de luz y Y la hice llorar transformaron el gimnasio en un carnaval emocional. Cuando sonó Que me falte todo, el cuarteto le puso el moño a un tramo explosivo, antes de que la banda se despidiera del escenario, momentáneamente, ante una ovación atronadora.
Pero nadie se fue. Todos sabían que quedaba más.
Y Abel volvió, despojado, íntimo. Primero con Mariposa, acompañado solo por su guitarrista. Luego con Te voy a amar, acompañado apenas por el piano, como si el tiempo se hubiese detenido otra vez. Y finalmente, como quien cierra el círculo, A dios, ese himno sereno con el que se despidió entre aplausos y gratitud.
El reloj ya marcaba más de las 23 cuando el último acorde se apagó. Y Madryn, ahora lo sabe, estará siempre lista para volver a escuchar. Siempre aquí te va a esperar.
Últimas noticias
Más Noticias