Carta del Lector

Consecuencias de un estallido nuclear

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En 2017, la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) ganó el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a su trabajo de una década para prohibir la bomba atómica.

Una detonación nuclear produce un pulso electromagnético nuclear (EMO), breve e intenso, de ondas de radio con un alcance mucho mayor que la destrucción causada por el calor y la onda expansiva.

 

Por ejemplo, el pulso de una explosión a unos 100 km de altura cubriría una superficie mayor que la de la República Argentina. Una explosión a unos 350 km de altura podría, cubrir la mayor parte de Norteamérica, con un voltaje de una potencia un millón de veces superior a la de un rayo de una tormenta eléctrica.

 

Es decir, si la detonación de una bomba nuclear se produce desde una altura suficiente, incluso sin una destrucción física tan grande, causaría una interrupción grave de todos los equipos eléctricos, todo dejaría de funcionar y quedaría literalmente a oscuras.    

 

La energía electromagnética sería absorbida por una gran cantidad de objetos metálicos, incluyendo cables eléctricos, líneas telefónicas, ferrocarriles y antenas. Se transmitiría a computadoras y equipos electrónicos. Esto afectaría directamente a circuitos esenciales para las telecomunicaciones, sistemas informáticos, redes de transporte, etc.

 

En otras palabras, afectaría prácticamente todo lo relacionado con la tecnología.

 

Representación EMP por parte del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

El movimiento humanitario por el desarme nuclear ha cobrado impulso, y se ha hablado de cómo las armas afectan a las personas. Se habla mucho de los efectos directos de la destrucción por calor, ondas expansivas y radiación, cuyos efectos perduran durante generaciones y causan gran sufrimiento.

 

Actualmente la civilización depende de la tecnología para muchas cosas, incluidos los sistemas de salud, y muchas personas se verían afectadas tanto directa como indirectamente, mucho más allá del daño catastrófico causado por los elementos físicos directos.

 

Esto se sabe por los estragos que han causado en Hiroshima y Nagasaki (1945) y las 2056 pruebas nucleares realizadas durante la Guerra Fría.

 

Entonces nuestra dependencia de la tecnología era mínima, ahora es prácticamente absoluta. Casi todos los aspectos de nuestra vida, especialmente en el entorno urbano, están ligados a la tecnología, tanto en lo que respecta a los dispositivos eléctricos que gestionan cada vez más detalles de nuestra vida cotidiana, como a la red global de comunicación e información de la que dependemos para funcionar como sociedad. Nos referimos a cosas desde las telecomunicaciones básicas hasta los datos en la nube, el mercado de valores, los mapas digitales para vuelos internacionales, etc.

 

Todos los coches y aviones quedarían inutilizados. No se podría llamar a la policía, las ambulancias ni los bomberos. No se podría distribuir comida, especialmente en los centros urbanos, ni agua. Imaginen ciudades enteras sin electricidad, luz, transporte ni comida. Dentro del radio de acción sería el fin de la civilización misma. La vida moderna, tal como la conocemos, simplemente dejaría de existir.

 

En momentos de tensión entre Corea del Norte y Estados Unidos, hubo una amenaza norcoreana de detonar una bomba en la atmósfera estadounidense para inutilizar gran parte del país. (FUENTE Carlos Umaña, de Costa Rica, es miembro de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW), y miembro de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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