Insólita actitud de los gobiernos cuando los ensayos nucleares II
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En la década de 1990, en Estados Unidos se desclasificaron documentos reveladores de las terribles consecuencias de sentarse afuera y observar las nubes en forma de hongo de las bombas atómicas, como sugerían los gobiernos.
Las terribles consecuencias que se divulgaron, generaron intentos deliberados de desacreditar a médicos y científicos críticos. Hubo campañas internas para minimizar los hallazgos de pediatras en Utah que detectaban, como consecuencias de las pruebas, malformaciones; también hubo presión sobre investigadores que estudiaban cáncer tiroideo; y negación sistemática de solicitudes de datos epidemiológicos. A algunos investigadores se los tildó de “alarmistas” pese a que sus observaciones eran correctas.
Memorandos militares muestran que tropas colocadas a muy poca distancia de explosiones recibieron dosis superiores a los límites recomendados, pero se continuó usándolas para “pruebas de supervivencia en el campo de batalla”. Se efectuaba exposición controlada de soldados observadores para estudiar efectos. Varios informes internos advertían sobre riesgo de síndrome agudo en estas maniobras cercanas.
Documentos técnicos revelaron advertencias sobre altas captaciones de yodo-131 en la tiroides infantil, mapas de depósitos de polvo radiactivo detallados que no se hicieron públicos, y preocupación real por puntos calientes radiológicos en zonas rurales. A pesar de ello, no se emitieron alertas sanitarias.
Censos de ganado, vegetación y agua contaminados se mantuvieron en secreto. El gobierno recopiló datos de muerte de ovejas, análisis de agua con niveles altos de radiación e informes de contaminación de pasturas.
La Comisión de Energía Atómica (AEC) utilizó un discurso público diseñado para transmitir “normalidad”
Algunos documentos internos posteriores admiten que ya en los 60 había evidencia estadística de impactos sanitarios, pero la AEC temía consecuencias políticas y legales. No se difundió esa información cuando se produjo.
La mayor revelación de los documentos desclasificados fue que el riesgo del polvillo radiactivo para la población civil era conocido, cuantificado y documentado internamente desde los años 50, pero fue sistemáticamente minimizado o encubierto.
Esto cambió completamente la interpretación histórica de las pruebas nucleares en Nevada, pasando de “errores de cálculo” a fallas institucionales graves y decisiones conscientes de priorizar la continuidad de las pruebas sobre la salud pública.
Memorandos internos señalaban explícitamente que los vientos en altura soplaban hacia el noreste, apuntando a St. George (Utah), Cedar City y zonas rurales densamente pobladas.
Técnicos recomendaron posponer la prueba “Harry”, considerada una de las más “sucias”
La AEC decidió seguir adelante por presión del Departamento de Defensa, que tenía cronogramas de ejercicios militares. Fue uno de los mayores episodios de exposición civil en la historia de Estados Unidos documento desclasificado en 1992 detalla:
Varios borradores de la AEC muestran dos versiones de los informes: la técnica interna y la pública, con cifras reducidas y lenguaje suavizado.
En un caso de 1955, un memorando dice textualmente “El comunicado para el público debe evitar mencionar “contaminación persistente” y centrarse en la naturaleza temporal del fenómeno.”
Otro documento mostraba que el estroncio-90 en pasturas superaba niveles seguros según estándares militares… pero eso fue eliminado del comunicado final.
Material de divulgación interno indicaba: evitar usar la palabra cáncer, referirse al polvo radiactivo como material de bajo nivel residual. Resaltar que “no existen riesgos inmediatos”, aunque los peligros eran a mediano y largo plazo.
Los documentos muestran preocupación por “evitar alarma innecesaria que pueda interferir con la misión del programa atómico”.
Se desacreditaron científicos locales. Pediatras de Utah observaron incremento de leucemias infantiles, malformaciones, y mortalidad neonatal.
Intentaron acceder a datos de la AEC, pero memorandos internos describen su trabajo como “cuestionable” pese a que sus observaciones eran correctas. Un documento rezaba “Es preferible evitar entregar datos completos a investigadores no alineados con la política de la Comisión.”
Miles de soldados quedaron a menos de 5–7 km de explosiones a pesar que Informes internos advertían dosis “potencialmente peligrosas” para la médula ósea y riesgo de síndrome agudo por exposición a neutrones.
“La importancia de entrenar a tropas para condiciones nucleares justifica continuar.”
Varios comandantes de brigada elevaban reportes de soldados con quemaduras o síntomas, que no fueron informados al público.
Uno de los puntos más fuerte eran los riesgos conocidos para niños por consumo de leche.
Un informe interno de 1959 reconoce que algunos condados de Utah registraban dosis tiroideas para niños más que suficientes para aumentar severamente el riesgo de cáncer de tiroides.
La información de los mapas y del informe no fue comunicada a familias ni autoridades sanitarias locales.
Tras pruebas muy sucias, miles de ovejas murieron o nacieron deformes. Los rancheros responsabilizaban al polvo radiactivo.
Investigadores del gobierno inicialmente confirmaron que había radiación beta en niveles perjudiciales, pero superiores insistieron en eliminar esas conclusiones.
Un documento desclasificado indicó que “Es aconsejable no establecer relación causal para evitar reclamaciones financieras.”
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